Están simulando un nuevo escenario con un objetivo: los niños
3 marzo, 2023Secretos de las Naciones Unidas
22 marzo, 20239 de marzo 2023
El catastrofismo y el discurso paralizante del cambio climático se encuentran de cara con la labor pedagógica de muchos expertos. Ante la eco ansiedad y las amenazas fantasma: sentido común y datos.
El insistente discurso catastrofista sobre el cambio climático nunca se atenúa, y activa sus resortes con el inicio de cada nueva estación. Que si pasamos directamente del verano al invierno, que si la gente sigue yendo en manga corta, que si las playas llenas… Los mensajes se repiten y los talibanes de la meteorología son muy dados al cherry picking, con la connivencia de los medios de comunicación de masas que se lo ponen muy fácil publicando noticias que resaltan una gráfica sacada de contexto y la convierten en “bomba informativa”. Titulares como estos: “El calor se come el otoño” (El Periódico. Octubre, 22), “El mapa del calor en octubre. Estos son los pueblos donde más suben las temperaturas” (El Confidencial. Octubre, 22), “El calor inusual persiste más allá del verano” (El Español. Octubre, 22) son muy similares a los que podíamos encontrar cualquier otro año como “El clima extremo desafío el mundo” (El País. Julio, 22), “2021 se despidió con temperaturas inusuales” (Cambio 16. Febrero, 22) o “¿A qué se debe la ola de calor infernal que azota Europa?” (BBC. Junio, 19). A una alarma por calor sucede otra por frío ( “Frío inusual en Yakustk”. Euronews. Enero, 23) y así la manipulación está servida y respaldada por “la ciencia”.
Podríamos seguir excavando en la prensa de periodos anteriores encontrando exactamente los mismos patrones. Es el insistente ciclo en el que la autoridad nos envuelve para vender renovables, volvernos dependientes y cercenar nuestra libertad individual.
En las últimas décadas el mensaje fabricado se mueve en dos sentidos. El primero es que existe un aumento progresivo y anormal de la temperatura que provoca, entre otras cosas, que las catástrofes naturales sean más frecuentes y virulentas. El segundo es que el ser humano, por culpa del CO2 que producen sus actividades y se libera a la atmósfera, es el causante de semejante daño. Para sostener estas premisas ha sido necesario atar bien atado el argumento del consenso científico alrededor del factor antropogénico de estos cambios y darle categoría de dogma a todo lo que diga el IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change, Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático), un grupo de expertos apoyado por la ONU que publica informes deliberadamente ambiguos que además acaban en la prensa triturados y malinterpretados para buscar el titular fácil.
En agosto, un nutrido grupo de científicos y profesores universitarios italianos firmó un manifiesto que arroja contundentes conclusiones sobre la labor del ser humano en el calentamiento del planeta y la destrucción del entorno. Algunos de estos nombres son Paolo Budetta, profesor de geología aplicada en la Universidad de Nápoles, Monia Calista, investigadora en geología aplicada, Universidad G. D'Annunzio, Chieti-Pescara, Giovanni Carboni, profesor de física, Universidad Tor Vergata, Roma o Franco Casali, profesor de física en la Universidad de Bolonia y en la Academia de Ciencias de Bolonia. El resto de los responsables del escrito son personalidades con trayectorias igualmente contrastadas y valiosas. El manifiesto, apoyado en datos, habla de un aumento de 0’9 grados a nivel global desde 1850, fecha desde la cual se tienen registros rigurosos. Este calentamiento no tendría que ver con la acción del ser humano, ya que los modelos informáticos que se utilizan para llegar a semejante conclusión no arrojan más que conjeturas. A lo largo de la historia, si miramos en un espacio temporal amplio, se han sucedido periodos de calor extremo aproximadamente cada 1000 años (el periodo cálido medieval, el periodo cálido romano, etc.) Desde 1770 también existen fluctuaciones entre periodos fríos y cálidos, encontrándonos ahora en un ciclo de calor que, de todos modos, no es tan acusado como rezaban las predicciones. El manifiesto insta a los políticos a adoptar medidas de protección medioambiental bien sustentadas en datos y, lo más importante, compatibles con los conocimientos científicos.
No es la primera vez que las hipótesis sobre el calentamiento global despiertan recelos. Ante los podridos informes del IPCC, surgió en 2003 en Milán una organización no gubernamental que trabaja para presentar una evaluación completa, fidedigna y realista de la ciencia y la economía del calentamiento global. El Panel No Intergubernamental del Cambio Climático (Nongovernmental International Panel on Climate Change o NIPCC) ofrece estudios independientes y edita sus propias publicaciones. En su amplia serie de volúmenes dedicados al cambio climático bajo el título Climate change reconsidered (Cambio climático Reconsiderado) trazan las líneas que separan la conciencia ecológica del alarmismo. La organización insiste en que los aumentos sutiles de temperatura global no implican la entrada en una crisis climática. Esta va fluctuando y autorregulándose, sin que se pueda afirmar que estas oscilaciones sean significativas y no sean respuestas ambientales naturales. No existe una estrecha correlación entre la variación de la temperatura durante los últimos 150 años y las emisiones humanas de CO2. El paralelismo entre el incremento de la temperatura y el del CO2 durante el período 1980-2000, en el que se acentuó esta conciencia sobre la supuestamente peligrosa producción de gases, podría ser debido al azar y no necesariamente indica causalidad.
Aún resuena el caso de Stuart Kirk, experto en finanzas y ex director del área de inversión responsable de HSBC, que el simple hecho de dudar de que las fluctuaciones del clima tuvieran peso en el mercado financiero le costó su puesto. Kirk pretendía poner en valor la resiliencia de una industria que conoce muy bien. La mayoría de la gente se quedó en el titular sin escuchar lo que decía, que era un canto a la esperanza y contra los miedos sin fundamento.
Mientras las grandes empresas no asumen sus verdaderas responsabilidades, el eco integrismo radical globalista victimiza a la clase media; constriñendo sus vidas con medidas de ahorro y castigándola casi como si de una religión se tratase por no adherirse al reciclaje o al turismo que cuenta las millas máximas de vuelo por año.
Así seguiremos hasta que los ciudadanos de a pie abran los ojos. El cambio climático es un invento globalista, tan falso como la teoría que defiende que reduciendo la población lograremos un equilibrio sostenible, que el hombre es el mayor mal de nuestra sociedad o que las mujeres alcanzarán la libertad y el empoderamiento a través del aborto.
Pues no es así, señores. El clima no cambia, los hombres son tan buenos (o malos) como las mujeres y venimos a este mundo para ser madres.