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La celebración del Día Internacional de la Identidad, encabezada por corporaciones como Thales, es otro ejemplo de cómo se están impulsando agendas globalistas bajo la apariencia de valores humanistas y el nuevo crédito social establecido a través de las empresas.
Lejos de promover la libertad personal, estas iniciativas son vehículos para imponer la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, un marco que, en nombre de la “inclusión” y el “progreso”, busca centralizar el poder y erosionar la soberanía nacional.
En su esencia, la Agenda 2030 utiliza conceptos como "identidad" para manipular y controlar a las poblaciones. Al crear una narrativa que presenta la identidad digital como esencial para la seguridad y la conveniencia, instituciones poderosas normalizan tecnologías de vigilancia—como el reconocimiento facial, la biometría y la recopilación de datos. Si bien estas innovaciones se presentan como progresistas, ocultan una realidad más siniestra: son herramientas para rastrear e influir en los individuos, imponiendo una estructura de control de arriba hacia abajo bajo la apariencia de cooperación global.
El verdadero problema radica en la centralización de datos. Tanto las empresas como los gobiernos ahora poseen un inmenso poder sobre la información personal, mucho más allá de lo que la mayoría de las personas se da cuenta. Google, Amazon y Facebook, en colaboración con organizaciones internacionales, recopilan y explotan nuestros datos para moldear comportamientos y decisiones. Los sistemas de identificación digital, en lugar de empoderar a los individuos, los atan a sistemas centralizados donde la privacidad se elimina sistemáticamente.
En lugar de celebrar un día que promueva estas ideas peligrosas, deberíamos abogar por un sistema que realmente respete la soberanía personal. La identidad soberana—donde los individuos controlan sus datos sin interferencia de corporaciones o gobiernos—es el único camino que garantiza la verdadera libertad. Tecnologías descentralizadas, como la blockchain, ofrecen alternativas que pueden proteger la autonomía personal y restaurar el equilibrio de poder.
Más allá de la tecnología, el concepto de crédito social corporativo, cada vez más presente en los modelos empresariales occidentales, refleja las mismas tácticas manipuladoras. Las empresas se ven obligadas a cumplir con cuotas globalistas sobre diversidad e inclusión, arriesgándose a sanciones financieras y exclusión del mercado si no se alinean con ellas. Esta coerción, vendida como "responsabilidad social", socava la libre empresa y la innovación en favor de estándares globalistas rígidos.
La celebración del Día Internacional de la Identidad es un precedente peligroso. No se trata de proteger los derechos individuales, sino de crear un sistema de control digital. Como ciudadanos, debemos resistirnos a estas iniciativas disfrazadas de progreso y exigir un futuro donde la tecnología nos empodere en lugar de someternos.
Propongo la creación de una certificación poderosa de verdad llamada People First Decentralized Technology (Tecnología Descentralizada, las Personas Primero).
Las empresas que obtengan esta certificación se comprometerán a proteger la privacidad de los datos, implementando tecnologías que devuelvan a los individuos el control total sobre su información personal y eliminando cualquier posibilidad de explotación por parte de corporaciones. Deberán fomentar la transparencia, obligando a las empresas a rendir cuentas sobre cómo recopilan, utilizan y almacenan nuestros datos. Promoverán la descentralización, adoptando soluciones tecnológicas que aseguren que los datos no estén concentrados en manos de unos pocos poderosos. Por supuesto, estas empresas rechazarán las prácticas manipuladoras, combatiendo el crédito social corporativo que deshumaniza a empleados y clientes, y garantizando que cada política empresarial esté alineada con la libertad y la soberanía individual.
Este sello sería más que un símbolo, un grito de guerra para aquellas empresas que se atrevan a demostrar un verdadero compromiso con la defensa de los derechos humanos, poniendo la dignidad de las personas por encima de cualquier agenda globalista.
Como individuos, es crucial que asumamos un papel activo en esta lucha por la soberanía personal y la privacidad. Cada vez que elegimos una marca o apoyamos a una empresa, estamos votando con nuestro dinero. Por eso, debemos ser críticos y cuestionar las prácticas de las compañías que elegimos respaldar.