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En los últimos años, el debate en torno a Bitcoin se ha centrado de forma absurda en su consumo energético, con medios e instituciones globales describiéndolo como un peligro ambiental en potencia. Estas acusaciones ocultan una táctica deliberada: desviar la atención de los beneficios de Bitcoin como activo descentralizado y no manipulable.
La naturaleza de Bitcoin, resistente al control de bancos centrales y gobiernos, lo convierte en una amenaza directa al sistema financiero global y a quienes se benefician de él.
La narrativa de que Bitcoin “consume demasiada energía” tan solo sirve a los intereses de la mafia globalista, que busca desinformar para frenar la adopción de esta herramienta de libertad financiera y digital. Es fundamental desenmascarar esta estrategia y comprender por qué el sistema financiero tradicional —con su modelo de emisión infinita de dinero y control centralizado— ve a Bitcoin como un rival peligroso que desafía su estructura de poder y su monopolio sobre la economía.
Desmontando las mentiras del consumo energético de Bitcoin
Las cifras de consumo energético de Bitcoin suelen presentarse de manera aislada y sin contexto. Comparado con sectores como el bancario, las redes sociales, o incluso la industria del comercio, Bitcoin es un actor menor en términos de demanda energética global, pero aun así recibe una atención desproporcionada y una condena constante. A modo de ejemplo, el sistema bancario global tiene una infraestructura masiva de edificios, servidores y empleados, lo que genera una huella de carbono mucho mayor que la de la minería de Bitcoin. Sin embargo, nadie pide la ‘descarbonización’ de los bancos ni exige cambios estructurales en estas industrias.
Los equipos actuales de minería, diseñados específicamente para procesar transacciones y proteger la red de Bitcoin, son mucho más eficientes energéticamente que sus predecesores. Este desarrollo no solo reduce el impacto ambiental, sino que también permite a los mineros operar con energía renovable, una tendencia que sigue en aumento.
En muchos lugares del mundo los mineros de Bitcoin están usando energía que, de otro modo, sería desperdiciada. Ejemplos de esto se encuentran en operaciones de petróleo y gas, donde el gas excedente o el metano que de otro modo se liberaría a la atmósfera, puede ser aprovechado para alimentar las granjas de minería.
El acuerdo climático de las criptomonedas: ¿un paso necesario o una trampa?
El Acuerdo Climático de las Criptomonedas (CCA), una iniciativa creada en 2021 en la que participaron más de 250 empresas y organizaciones de la industria de criptomonedas y blockchain, nació con el supuesto objetivo de reducir el impacto ambiental de esta tecnología.
Entre sus metas principales, el CCA promete que para 2025, la industria alcanzará un consumo energético proveniente 100% de fuentes renovables, y que para 2040 logrará la “descarbonización total”. En la superficie, estos objetivos podrían parecer un avance hacia una mayor sostenibilidad. Sin embargo, en realidad, representan una estrategia de marketing que promueve una narrativa conveniente para las élites financieras, presentando a Bitcoin como un enemigo ambiental mientras omiten su verdadero potencial y aplican estándares de sostenibilidad extremadamente sesgados.
Los precursores del Acuerdo aseguran que el consumo de energía de Bitcoin es comparable a un país entero. Esta comparación, que coloca a Bitcoin a la altura de países como Bélgica, es totalmente manipuladora. En lugar de ofrecer un análisis genuino, utiliza la cifra como arma para implantar dudas en los ciudadanos. De hecho, Bitcoin representa solo una fracción del consumo energético de industrias como la financiera o la tecnológica, que dependen de enormes infraestructuras físicas y digitales. Sin embargo, mientras estas industrias reciben críticas menores, a Bitcoin se le exige una transformación ambiental urgente.
¿Por qué esa obsesión por Bitcoin cuando el sistema financiero tradicional continúa con un impacto ambiental altísimo, sin compromisos similares? En realidad, el consumo energético de Bitcoin responde a su modelo de seguridad y descentralización. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), el proceso de minería consume energía como medida de seguridad contra el fraude y la manipulación, dado que se basa en la “prueba de trabajo” o Proof of Work (PoW). A diferencia del sistema fiat, que depende de una autoridad central y puede ser manipulado, Bitcoin garantiza la transparencia y la resistencia gracias a esta estructura, siendo su consumo de energía más una característica que un defecto.
Los bonos de carbono y los mercados de derechos de emisión permiten a las empresas compensar sus emisiones sin reducirlas realmente, lo cual es una forma de greenwashing que no soluciona ningún problema. Bitcoin, en cambio, tiene la capacidad de evolucionar y reducir su consumo sin necesidad de engañar a nadie.
La verdadera intención del CCA es presentar a Bitcoin como un “problema ambiental” que debe ser regulado estrictamente, mientras que la industria financiera tradicional —cuyo impacto es masivo— sigue operando sin control. La “sostenibilidad” que promueve el CCA es una excusa, una trampa que busca desactivar el potencial de Bitcoin como tecnología libre y descentralizada, y garantizar que el sistema fiat corrupto continúe sin cuestionamientos.
Bitcoin vs. Dinero fiat
La diferencia fundamental entre Bitcoin y el dinero fiat radica en su estructura y transparencia. El dinero fiat permite una creación ilimitada de dinero por parte de los bancos centrales, lo que, en última instancia, fomenta la inflación, reduce el poder adquisitivo de las personas y deteriora las economías. Este sistema de emisión sin control, que beneficia principalmente a las élites y a los intereses políticos, permite la manipulación de los mercados y condena a la población a la pérdida constante de valor de sus ahorros.
Bitcoin, en cambio, no depende de gobiernos ni bancos centrales. Su suministro es finito y su protocolo garantiza la emisión de nuevas monedas de forma predecible y descentralizada. Esto convierte a Bitcoin en un símbolo de honestidad financiera y transparencia, en contraste con los sistemas inflacionarios y opacos de los bancos centrales. Mientras el dinero fiat es una herramienta de poder y control centralizado, Bitcoin es una red en la que nadie puede interferir o manipular a voluntad, lo cual da a las personas un control real sobre su riqueza y les permite protegerse de los efectos de las políticas inflacionarias.
Bitcoin como refugio de libertad
Bitcoin no es simplemente una inversión o una moda pasajera. Es una tecnología de resistencia frente al control financiero y la manipulación monetaria que amenaza los intereses de quienes manejan el sistema fiat. En un mundo donde el poder económico se concentra en manos de unos pocos, Bitcoin es un recurso para aquellos que buscan independencia y equidad financiera
Una narrativa diseñada para distraer y proteger el dinero corrupto e ilimitado de los globalistas: ese es el verdadero significado de “sostenibilidad”.