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Europa está trabajando en un monumental proyecto que pretende modernizar los cuerpos de policía y mejorar la cooperación internacional entre oficinas de seguridad. Uno de los puntos de este Código de Cooperación Policial, que se enmarca dentro Prüm II, que está causando mayor polémica es el relativo al sistema de reconocimiento facial a gran escala que se pretende implementar. Prüm II es a su vez una ampliación del Tratado de Prüm firmado inicialmente por 7 países en 2005 para la automatización del intercambio de datos de identidad y la lucha contra el terrorismo y la delincuencia transfronteriza. Hasta ahora, la policía de los diversos estados europeos tenía a su alcance un enorme archivo de huellas dactilares, información genética o matrículas de coches que podía cruzar con el de otros cuerpos para encontrar a un posible delincuente. Ahora la intención es añadir millones de fotos de la cara de “sospechosos y criminales convictos” en estos sistemas. Según la Comisión Europea, las medidas buscan crear un marco de trabajo en el que los oficiales tengan mucho más fácil el intercambio de información con homólogos en otros países. La propuesta permite a una nación comparar una foto con los archivos de otra y averiguar si hay coincidencias, creando así uno de los sistemas de reconocimiento facial conocidos más grandes. Los documentos que sirvieron de base para comenzar a discutir Prüm II revelaban que ya existían cantidades ingentes de fotografías de caras en los almacenes digitales de los distintos países: 30 millones en el caso de Hungría, 17 millones en el de Italia o Francia con 6 millones, lo que hace pensar en la envergadura del proyecto. Estas imágenes procedían de criminales, encarcelados e incluso cadáveres no identificados.
La abogada y escritora Ella Jakubowska, responsable de políticas y campañas en European Digital Rights, asociación internacional sin ánimo de lucro que lucha por los derechos civiles, aboga por la limitación en materia de vigilancia biométrica y denuncia que las autoridades europeas opten por doblar el número de bases de datos de reconocimiento facial. Jakubovska está al frente de la iniciativa Reclaim Your Face, que exige una estricta regulación de las tecnologías biométricas para impedir interferencias con derechos fundamentales. Como reza el enunciado de la campaña, gobiernos y corporaciones no dudarán en utilizar el reconocimiento facial contra nosotros, invadiendo nuestro espacio publico basándose en quiénes somos o a qué aspecto tenemos, con todas las implicaciones racistas, clasistas y sexistas que este control pueda suponer. Varios estudios están demostrando que el reconocimiento facial tiene muchas más posibilidades de cometer errores cuando se trata de gente joven, mujeres y pieles oscuras, lo que deriva en traumáticas consecuencias.
En Inglaterra el sesgo racista fue determinante en la creación, a raíz de las revueltas de Tottenham de 2011, de una base de datos que contenía miles de imágenes de jóvenes negros que presuntamente formaban parte de bandas organizadas. La necesidad de las autoridades de analizar una hipotética amenaza, azuzada por los argumentos fóbicos que culpaban a las bandas de iniciar las manifestaciones, llevó a la policía a almacenar fotografías de personas que no tenían nada que ver con aquellas protestas. Con el tiempo se demostró que solo una pequeña parte de estas personas tenía relación con las revueltas y la policía se vio obligada a borrar una importante porción de los archivos, conocidos como GVM (Gang Violence Matrix).
Yoav Schlesinger, director de la división de Inteligencia Artificial Ética de Salesforce, dice que “la realidad es que si un gobierno quiere utilizar estos sistemas para vigilarnos , ahora lo puede hacer de una forma automatizada y a una escala mayor de la que nunca había sido posible. Si eres un hombre blanco es más fácil pensar que este tipo de tecnologías contribuyen a tu seguridad, pero si no estás dentro de este grupo, las cosas pueden ser distintas”.
Un caso similar ocurrió en Holanda, con el borrado de más de 200000 imágenes de personas que un día fueron sospechosas o culpables de haber cometido algún acto delictivo. Estas acciones nos hacen darnos cuenta de las importantes cantidades de imágenes que obran en manos de las autoridades y de cómo se multiplica el peligro de incurrir en identificaciones erróneas. Y es que los sistemas de vigilancia a través de cámaras de circuito cerrado han sido un medio de control habitual para los cuerpos de seguridad y su puesta en funcionamiento ha estado en el centro del debate desde hace años. El reconocimiento facial, tal como está previsto en los nuevos planes, combina rastreo de fotos en redes sociales o dispositivos del sospechoso con archivos de la policía provenientes de estas cámaras, móviles o fijas, y además tiene carácter retrospectivo. Jakubovska critica este factor retrospectivo pues el daño que se haría analizando imágenes de hace 3 o 5 años podría ser aún mayor, ya que potencialmente se admitiría el rastreo de los contactos pasados de una persona que en la actualidad se muestra contraria al gobierno o podría sacar a la superficie la participación de esa persona en una protesta. La Comisión Europea recalca que el cruce de imágenes no se extenderá a la población general, limitándose a convictos o sospechosos. Insiste además, refiriéndose a la guía que define el funcionamiento del sistema, en que los datos no se almacenarán en una base central permanente, aunque si existirá un “router central” que actuará como bróker de mensajería y evitará que la policía de cada país tenga que solicitar las imágenes a los cuerpos individualmente. La activista, no obstante, se muestra preocupada ante la posibilidad que abre esta proposición de que se generalice la creación de grandes archivos de imágenes y la manera en la que se van a aplicar los algoritmos para identificar sujetos.
¿Cuál es el límite entre proteger a la ciudadanía de ciertas amenazas y el respeto a la privacidad? La vieja discusión seguridad versus libertad vive una nueva encarnación con el desarrollo de estos sistemas de reconocimiento facial a gran escala, cuyo alcance es difícil de calcular todavía.