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10 enero, 202215 Diciembre de 2021
Segregación en nombre de una pandemia
La palabra “holocausto” adquirió un nuevo significado a partir de la derrota de Hitler y ahora, en un momento en el que se está produciendo una persecución histórica a parte de la población, vuelve a cobrar relevancia. Gobiernos de los que se dicen civilizados están imponiendo leyes absurdas, acientíficas y propias de la peor dictadura contra los no vacunados, a los que se trata como si fueran la nueva peste, los nuevos judíos, los culpables de todos los males sociales. Tras la invención de la estafa covid mundial de los dictadores globalistas, las normativas se han retorcido y modificado a placer para doblegar a las masas, utilizando como cabeza de turco a aquellos que han salido a las calles y protestado contra la injusticia. Lo que está ocurriendo en Australia es el preludio de un genocidio mundial, de enorme envergadura y del ataque más frontal que el ser humano jamás ha sufrido. La creación de seres transhumanos parece que por fin se ha logrado violando todas las leyes y tratados internacionales y los 30 Derechos Humanos. Ya hace años que se experimenta con macacos, implantándoles genes humanos. Supuestamente el objetivo es conocer los mecanismos de ciertas enfermedades en seres con organismos similares a los nuestros. En 2009 los japoneses crearon el primer simio transgénico del mundo y ahora las alarmas han saltado al circular decenas de vídeos y testimonios que muestran un desarrollo anormalmente avanzado en bebés recién nacidos. Las inyecciones génicas de AstraZeneca y Janssen, que contienen ADN de chimpancé, pueden afectar la evolución del embarazo y modificar el genoma del bebé. De ahí esta serie de comportamientos anormales. Los horrores de Mengele llevados a nuestros días.
En 1920 el partido nazi promulgó un programa en el que declaraba su intención de segregar a los judíos y abolir sus derechos más básicos a través de 25 puntos. Este programa fue conocido como la Plataforma del Partido Nazi o simplemente como Plan de los 25 puntos. Según dictaba este texto, solo los verdaderos “arios” tenían derecho a disfrutar de la ciudadanía alemana. De lo contrario, solo podrían permanecer en el país en calidad de huésped, sometidos a una legislación específica. El resultado de este plan fue la persecución efectiva de los judíos, sustentada en posteriores decretos por lo que se limitaba su participación en la vida pública y el acceso a colegios y universidades. Se les expulsaba de las administraciones y se les prohibía casarse con alemanes. Los médicos vieron cómo se revocaba su derecho a tratar a pacientes no judíos y se retiró su licencia a los abogados. Las leyes anti semitas se fueron radicalizando hasta que los sometidos dejaron de poder adquirir propiedades o asistir a centros deportivos y actos culturales.
Estos hechos que parecen lejanísimos en el tiempo encuentran un reflejo en la epidemia de miedo viral que congestiona nuestra vida hoy en día finalizando el año 2021. Y no es ninguna exageración. Esta sociedad que creíamos avanzada y garantía de una vida justa y cómoda, está temblando ante el avance de la sinrazón.
- “Austria ordena confinar a los no vacunados para frenar el aumento desmedido de contagios”. 1
- “Austria. Los no vacunados solo podrán salir de sus casas para actividades esenciales” 2
- “Baviera confina los condados con mayor incidencia y restringe las actividades de los no vacunados” 3
- “Alemania obliga al personal "sensible" a vacunarse y Austria vuelve al confinamiento el lunes” 4
- “El Bayern recorta el salario de los jugadores que se niegan a vacunarse contra la covid” 5
Son titulares de los últimos días que resumen los últimos acontecimientos de una situación que ha traspasado todos lo límites, en el mismo corazón de Europa. Los gobiernos de Austria y Alemania han vuelto al lugar del crimen, a dividir a su población y marcar como ganado a una porción importante de su ciudadanía igual que hicieron con los judíos. Qué coincidencia, ¿no?. No tenían bastante con tapar la boca, literal y figuradamente, obligar a la población a tele trabajar (puedas conciliar tu vida con este sistema o no), a asumir protocolos inútiles que nos aborreguen, a reírse de nosotros… Hacía falta dar el paso definitivo, aquello que no se han atrevido a admitir que harían durante el último año y medio: separar a los obedientes de los valientes.
Las penosas restricciones de los nazis, que derivaron en las Leyes de Nuremberg 6, ampliaron el concepto de “judío” para aumentar la presión y salvaguardar la pureza de la raza. Se publicaron complejas tablas en las que se definían los rasgos de judaísmo. Cuanto mayor grado tenía un individuo, mayor era la discriminación que debía soportar. Miles de personas católicas y protestantes entraron en esta clasificación simplemente porque sus abuelos eran judíos. A pesar de que en los años 30 del siglo XX esta comunidad solo suponía aproximadamente el 1% de la población de Alemania, Hitler los consideraba “enemigos mortales” y, salvo el paréntesis de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 en los que se relajó la legislación de cara a la opinión internacional, la persecución se intensificó hasta niveles inimaginables.
Alemania y Austria, deudores de su historia reciente, están aplicando reglas dignas de una novela distópica, bajo epígrafes como 3G y 2G. Actualmente rigen las regulación 2G, que significa que solo las personas inoculadas con ambas dosis de alguna de las vacunas covid tienen derecho llevar una vida normal. El ocio, la cultura o los eventos deportivos están prohibidos para los no vacunados. Además, el epígrafe 2G aplica directamente para cualquier evento de más de 25 personas. En la llamada regla 2G+, que entraría en vigor si la tasa de infectados superase un índice arbitrario, incluso los que se han sometido a vacunación tendrían que presentar una prueba PCR negativa. O los gobiernos no han aprendido nada durante los últimos meses o simplemente no se molestan en disimular su cinismo, cuando los tests PCR han demostrado ofrecer una tasa de error altísima que rondaría el 20% - 30% de resultados falsos o no concluyentes, según el estudio. Las pruebas de antígenos que se vendieron como un modo de detención rápido y práctico han dejado de tener vigencia en todas partes. Las dosis “de refuerzo” se están distribuyendo masivamente y todos aquellos que quieran recuperar su vida tendrán que pasar por el aro. Hasta hace unos días la validez de un certificado de vacunación covid (dos dosis) era de un año. Austria acaba de bajar ese límite a 270 días, lo que quiere decir que como mínimo cada 9 meses tendrán que pincharse para poder circular por su país. Los vacunados con Janssen (una sola dosis originalmente) tendrán que recibir un segundo pinchazo a partir de enero para “garantizar la inmunidad”. Los estados federados se acogen a la laxitud legislativa que les permite establecer restricciones como toques de queda y cierres de comercios prácticamente por decreto.
Quién nos iba a decir que lo peor de la dictadura sanitaria iba a tener lugar en 2021: el “año de la vacunación”. Una dictadura salvaje a la que se están uniendo otros países. Eslovenia plantea confinamientos duros, Portugal exige certificados covid incluso a vacunados... La población que carezca de estos certificados que violan el Código de Nuremberg, la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO y el sentido común serán marcados con un vergonzoso brazalete. Y no es solo una metáfora. En las universidades de Hannover tanto estudiantes como empleados ya lucen pulseras que atestiguan su estado de vacunación. En Estados Unidos se han inventado la Inmunaband, con un código QR con toda la información médica al alcance de cualquiera. Una iniciativa similar se ha llevado a cabo en Bélgica: una pulsera-salvoconducto para vacunados, la nueva élite. Marcados y segregados por voluntad propia de la manera más burda.
Estamos ante una verdadera persecución, ante un cerco que se cierra alrededor de cualquiera que no se pliegue ante el sistema, que no parará su maquinaria hasta que se instale a nivel global la idea de que los no vacunados suponen una amenaza para los vacunados. El control sobre los movimientos de la población será más “intenso y consistente” 7 que nunca, como dice literalmente el documento de la ley de infecciones que Alemania está a punto de aprobar. Así como se extendieron las leyes de Nuremberg a otros grupos raciales en 1935, quién sabe si el martillo del canciller no acabará machacando a cualquier disidente de la plandemia. Recordemos cómo la vacunación obligatoria pasó en pocas semanas de sugerencia a obligación en países como Italia, fruto de la cual las protestas se extendieron por todos los sectores. La sombra de esta dictadura se cierne ya sobre España, donde se está violando el derecho al carácter confidencial a los datos referentes a salud y a que nadie pueda acceder a ellos sin autorización previa. Así ha ocurrido en Granada 8, donde la Consejería de Salud ha facilitado historiales de miles de granadinos a los medios de comunicación para señalarlos como apestados, o en Madrid 9, donde los datos de 100.000 ciudadanos, aparentemente por error, también se filtraron. Estos datos incluían direcciones o estados y fechas de vacunación. Entre las víctimas de la filtración se encontraban altos mandatarios y personalidades. Una verdadera Gestapo con la connivencia de los medios.
La OMS está cediendo el mando a organizaciones como la Alianza de las Vacunas GAVI y la Fundación Bill y Melinda Gates en el desarrollo de las terapias génicas tan extendidas en esta nueva realidad. Terapias que son la conclusión, no nos engañemos, a décadas de planificación por parte de la oligarquía económica. Bill Gates, erigido en autor intelectual de este panorama bioterrorista, actúa como el nuevo Hitler, a los mandos de un programa de medicalización global que interesa y mucho a los bolsillos de su fundación.
James Love, director de la ONG Knowledge Ecology International 10, realiza una importante reflexión sobre el papel de Bill Gates en todo este movimiento pro vacunas cuando dice que “en una pandemia, cuando hay ausencia de liderazgo, aquellos que actúan con rapidez y que parecen saber lo que hacen, ganan mucho poder. Y eso es lo que sucedió en este caso, pero al tener un poder enorme que afecta a todo el mundo, debería haber cierta transparencia y alguna rendición de cuentas. Es una empresa filantrópica, ¿no? ¿Pueden explicar lo que están haciendo? ¿Pueden mostrarnos cómo son estos contratos [con la grandes farmacéuticas como AstraZeneca]?” Son cuestiones esenciales “sobre todo cuando están utilizando su dinero para influir en las políticas que afectan a nuestro dinero”. En sus declaraciones públicas, Gates se encarga de apuntalar bien el mensaje de que no hay otro líder mejor posicionado que él en la lucha contra la covid, mientras mantiene la opacidad propia de un político corrupto. Incluso se permite el lujo de escribir artículos en revistas científicas, como hizo en abril de 2020 en el New England Journal of Medicine, en los que dice a los dirigentes políticos qué es lo que tienen que hacer 11. Tras la publicación de esta columna, varias fueron las voces que se alzaron en contra de que alguien como Gates, con claros conflictos de intereses, se pronunciara sobre temas que a todas luces no pertenecen a su campo. El multimillonario confirmaba en el texto que la fundación Bill y Melinda Gates llevan años preparándose para una pandemia como la que estamos sufriendo y que es prioritario “acelerar” vacunas y tratamientos contra la enfermedad, así como realizar cambios profundos en el sistema y destinar fondos a los países más débiles económicamente. Sheldon Krimsky, profesor de Humanidades y Ciencias Sociales en la Universidad de Tufts, declaró al hilo de esta publicación: “La persona menos indicada para decirme si una vacuna está lista o no es aquella que tiene una inversión en la misma”. La fortuna de Bill Gates ha crecido en 10.000 millones de dólares durante la pandemia, ni más ni menos, gracias a su celestial filantropía 12. La intricada estructura de su fundación y la negativa a rendir cuentas hacen imposible saber en qué se invierte este dinero o cuál es el retorno. Mientras tanto, Gates respira tranquilo desde su púlpito.
“Es obvio que un nuevo Holocausto de gran magnitud está teniendo lugar ante nuestro ojos”. Es el inicio de una sobrecogedora carta abierta enviada en septiembre de este año a las autoridades médicas mundiales, firmada por un grupo de supervivientes de los campos de concentración nazis 13. En ella denuncian que nunca antes habíamos sido sometidos a una terapia experimental como la de las supuestas vacunas covid, con especial atención al daño irreparable que se está produciendo a los niños y referencias directas a la ignominia pasada protagonizada por Josef Mengele. Ellos mejor que nadie saben cuando una población está siendo despojada de sus derechos injusta y brutalmente, reducida a un número.
Las sucesivas “olas” no son más que ensayos, promesas de una normalidad que nunca llega. Y la mejora de los datos es una trampa más, el paso para vender como un mal necesario las normativas que nos constriñen. Ya nos encerraron, nos dejaron salir a cambio de tenernos más controlados que nunca y ahora nos marcan, nos separan y nos clasifican según nuestra capacidad de agachar la cabeza. Pero si seguimos cediendo, pinchándonos, tapándonos la boca y haciendo caso omiso al genocidio mundial que el nuevo Führer Bill Gates está provocando, seremos testigos y protagonistas nazis del holocausto bioterrorista del siglo XXI.