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12 abril, 20224 abril de 2022
El macroproyecto de vigilancia global ID2020 capitaneado por Bill Gates, que se inauguró con una cumbre en mayo de 2016 en la sede la Naciones Unidas en Nueva York, sigue dando pasos en distintos rincones del planeta. Una de las últimas decisiones vinculadas a este plan de registro masivo de identidades es el bloqueo de 73 millones de teléfonos móviles en Nigeria, tras varios aplazamientos.
Nigeria lleva desde 2013 aplicando un Número de Identificación Nacional (NIN), como parte de un programa mayor de identificación de su población, una gran base de datos que pretende, según el gobierno central, evitar fraudes y suplantación de identidades, así como luchar contra el terrorismo, tan extendido en el país más poblado de África y una de sus potencias económicas. El NIN es un número personal e intransferible de 11 cifras, que se asigna al azar a cada persona una vez que se inscribe en la Base de Datos de Identidad Nacional. Obtener este código implica el registro de datos biométricos (huellas dactilares, fotografía, etc.) y, una vez configurado, se utilizará en cualquier transacción que requiera verificar la identidad del sujeto como, por ejemplo, pago de impuestos, gestiones relativas al pago de pensiones, acceso a ayudas sociales y servicios de salud, solicitud del DNI, pasaporte o carnet de conducir, apertura de cuentas bancarias, etc.
En 2020 el gobierno de Nigeria decide vincular el número NIN a las tarjetas SIM de los teléfonos móviles. La medida pretende facilitar el rastreo de individuos y evitar la importante cantidad de delitos que se producen por estafas telefónicas o duplicado de tarjetas. La orden emitida afecta a 198 millones de tarjetas SIM (en una población de 215 millones). Debido al poco éxito de la convocatoria inicial, el Ministro de Comunicaciones y Economía Digital, Ibrahim Pantami, toma una decisión radical, tras varios aplazamientos, en abril de este mismo año: ordenar a las empresas de telecomunicaciones que bloquearan todas las tarjetas SIM que no se hubieran vinculado a al NIN. En la práctica, 73 millones de usuarios se encontraron de golpe con que no podían realizar llamadas de un día para otro; aunque sí recibirlas, todos aquellos que no estaban dispuestos a ser monitorizados durante 24 horas, y no sucumbieron al chantaje y las presiones de un gobierno que carece del crédito más elemental. Nigeria, además, es un país en el que no hay apenas teléfonos fijos, debido a las políticas de eliminación de estos y de apoyo a las redes digitales, por lo que casi todo el mundo depende de los móviles.
La población nigeriana está cansada de esta dinámicas de control y, en encuestas recientes, hasta el 90% se mostraba en contra, expresando sus dudas sobre el respeto a su privacidad. A pesar de este sentimiento generalizado, una cantidad importante terminó registrando sus tarjetas. Estos sistemas de seguimiento son la manera que tiene el gobierno de ejercer control sobre cuentas bancarias, entradas y salidas del país, contactos, redes familiares, ubicaciones… Un mapa completo de la existencia individual en manos del poder.
Pero sería muy inocente no darse cuenta de que todo este asunto de las tarjetas SIM y el número NIN en Nigeria no es sino otro capítulo de un plan muchísimo más grande, que tiene al dictador Bill Gates en el centro. África es el campo de pruebas de una plataforma gigante de identidad biométrica: el programa ID2020. La Fundación Gates, en colaboración con la Alianza para las Vacunas (GAVI) y la Fundación Rockefeller, impulsó en 2016 este macrosistema de identificación digital a nivel global que estaría por encima de cualquier otro sistema nacional. Ser parte de ID2020 terminará siendo imprescindible para realizar transacciones económicas, acceder a servicios de salud o educación o disfrutar de derechos políticos. Conectará todo nuestro datos biométricos, tarjetas de crédito, historiales sanitarios y cualquier otro atributo de identidad. Gates, que ha ido sumando socios a este plan maquiavélico a lo largo de los años, justifica los estatutos de ID2020 con el hecho de que hay millones de personas que no tienen la capacidad de identificarse, especialmente en el continente africano, y, por tanto, carecen de capacidad para salvar la barrera burocrática previa al acceso a servicios básicos. El millonario profesional de la “filantropía” de nuevo se erige en salvador de los más necesitados, para proveerles de derechos universales. Obviamente hay un interés superior, y por eso es clave el papel de GAVI en este proyecto, ya que ID2020 les permitirá tener información muy precisa de quién, cómo y cuándo está vacunado entre otras cuestiones. De todos estos datos se inferirán las decisiones sobre la libertad de los ciudadanos, la aplicación de políticas de salud pública o las cláusulas de los contratos con las farmacéuticas. ID2020 recibe fondos millonarios de empresas privadas y, entre sus actividades, se encuentra la subvención de proyectos de investigación de métodos de identificación digital en territorios “vulnerables”.
Etiopía acaba de cerrar un acuerdo con GAVI y Mastercard para poner en marcha el Wellness Pass (Pase de Bienestar), que está disponible también en Mauritania y muy pronto en otros países de África occidental. El pase mantiene actualizada la información relativa a salud en formato digital, en una tarjeta con un chip personal que proveerán los propios centros de salud. GAVI se asegura así que podrá entregar vacunas en cada rincón, incluyendo las regiones más desfavorecidas. Los controles sobre la población civil se extienden camuflados.
Siguiendo el rastro de Nigeria, Zambia también ha desactivado unos dos millones de tarjetas “sospechosas” de fraude y Kenia ha hecho lo propio con todas aquellas que no se han inscrito en un registro oficial. En Sudáfrica, se ha propuesto recientemente vincular los datos biométricos de los sudafricanos a sus tarjetas SIM, también para combatir ciertas actividades delictivas.
Se extienden los mecanismos de coerción globales que utilizan la tecnología y redefinen los márgenes de nuestra identificación en el espacio virtual. Los teléfonos móviles, que pueden ser una herramienta magnífica, se convierten en un símbolo de control social, el aparato utilizado por el Gran Hermano para rastrear nuestro día a día y recordarnos que no somos libres. Por encima de todo este estratagema: el miedo a convertirnos en ciudadanos fuera del sistema y Bill Gates como fuerza dominante.