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Gracias a un crowdfunding, y después de tener que luchar contra la censura y los intentos de bloqueo más burdos, el documental “The Big Reset” pudo estrenarse en mayo en decenas de salas de cine españolas. Desde el pasado 11 de septiembre está disponible de manera gratuita, online y en varios idiomas. La colaboración popular ha sido determinante para que este proyecto crezca. “The Big Reset” es un esclarecedor documento sobre esta astracanada que está siendo la pandemia covid-19 y los verdaderos intereses que hay detrás.
A continuación puedes ver el documental completo:
Si algo ha caracterizado a la gestión de la pandemia covid ha sido el hermetismo y la manipulación de los datos que se ofrecía a la población. A pesar de que la credulidad invadió a la mayoría, muchos buscamos más allá de lo que nos ofrecen los medios mainstream cuando encontramos contradicciones constantes. No nos conformamos. Uno de estos inconformistas es W, el pseudónimo tras el que se esconde el productor y director de “The Big Reset” (El gran reinicio). Dedicando un año y medio de intenso trabajo, ha conseguido sacar adelante un documental que, aunque también aporta nuevos matices, es esencialmente un colosal trabajo de estructuración de datos y de profundización en temas de los que ya conocíamos mucho. Toda esta información se apoya en la mirada solvente de un plantel de expertos por primera vez reunidos en el mismo proyecto. Muchos de ellos fueron víctimas de un sistema que los ridiculizó y les persiguió; se enfrentaron al descrédito o fueron multados y despedidos de sus trabajos por defender las verdades más incómodas.
El Gran Reinicio
Cristina Martín Jiménez, escritora y Doctora en Periodismo especialista en el Club Bilderberg, dice que los grandes eventos no aparecen por casualidad, sino que se planean para conseguir objetivos. Si trazamos una línea entre El Gran Reinicio, el proyecto criminal del Foro Económico Mundial que se apoya en los postulados establecidos en el libro del mismo nombre escrito por Klaus Schwab, las charlas de Bill Gates en las que declara abiertamente que este planeta no podrá ser “sostenible” si no conseguimos una significativa merma de su población en las próximas décadas, la insensata e hipócrita lista de objetivos de la Agenda 2030 y el Evento 201, del que hablaremos más tarde, obtenemos que la pandemia covid-19 es el resultado de una serie de ensayos orquestados por la élite para fiscalizar cada pequeño aspecto de nuestra vida.
El Club Bilderberg lleva desde 1954, año de su fundación, reuniendo alrededor de la misma mesa a tecnócratas, miembros de la realeza, grandes organizaciones como la OMS o directores de bigtechs con un objetivo común. Como explica en el documental Heiko Schöning, médico y fundador de World Doctor’s Alliance, esta pandemia no es una emergencia sanitaria, sino una “crisis financiera diseñada”, un agente “acelerador” de la receta que los globalistas quieren poner en marcha para conquistar la cúspide social y económica. El totalitarismo globalista que se eleva sobre la Agenda 2030 y sus epígrafes de sostenibilidad está viviendo una campaña de difusión masiva en nuestros tiempos y acabará afectando a todos los aspectos de nuestra vida. En el mejor de los casos la Agenda 2030 es solo propaganda. En el peor, un ataque a la familia, al individuo y las identidades.
Pruebas PCR para enfermos imaginarios
“The Big Reset” centra gran parte de su metraje en el instrumento que ha justificado todos los movimientos coordinados que han ejecutado los gobiernos en todo el mundo: las pruebas PCR. Estos tests, como desarrolla el biólogo Fernando López Mirones, es la principal arma para que la mentira avance. Se trata de generar enfermos donde no los hay, midiendo restos biológicos minúsculos que producen hasta un 90% de falsos positivos.
El virólogo Christian Drosten, que en enero de 2020 declaró que el uso de mascarillas en la población general no era un instrumento válido para detener una pandemia creada por un virus, propuso las PCR como análisis para detectar contagios y la OMS vio el cielo abierto. Querían declarar el estado de emergencia, pero necesitaban apoyarse en datos. Con la idea de Drosten en la mano, las instituciones defendieron el testeo masivo que arrojaba números alarmantes de enfermos, incluyendo los famosos “asintomáticos”: personas que se encontraban perfectamente, pero en teoría convivían con el virus. Los medios de comunicación amplificaban la psicosis difundiendo la idea que el peligro estaba en cualquier parte o que los niños eran “super contagiadores”, más peligrosos que los ingresados en las UCI. Sobre esta base se justificaron encierros, toques de queda, distancia social o las completamente inútiles, como se muestra en la película, desinfecciones de calles y edificios. Jon Ander Etxebarria, biólogo, o el jurista Reiner Fuellmich, que ha dedicado los últimos años al activismo en contra de la dictadura sanitaria, destacan el poder que ha tenido este enorme bulo de las PCR, señalando como apestados a ciudadanos libres y creando un conflicto donde no lo había. La bomba terminó de explotar a causa de la asunción del modelo matemático de Neil Fergusson, desacreditado por la mayoría de la comunidad médica, que establecía resultados catastróficos de contagio, colapso de los servicios sanitarios y muerte a corto plazo, y cuyas conclusiones se comunicaron de país en país para adoptar restricciones históricas.
Vacunas y conflictos de intereses
López Mirones es tajante: si la “vacuna” fuese segura, no haría falta aplicar la censura, desplegar ejércitos de factcheckers, etc. La terapia de modificación génica aprobada tras un aceleramiento de los protocolos sin precedente provocó solo tras la primera tanda de pinchazos un aumento de los casos y un verdadero desastre (de nuevo) en las residencias de mayores. Posteriormente niños o deportistas de élite sucumbieron masivamente a los efectos secundarios del tóxico.
Steve Ohana, doctor en economía y experto en estadística, realiza una interesante comparación entre la vacuna y la fe, poniendo el ejemplo de Israel: uno de los primeros países en vacunar a prácticamente toda su población. Tras las agresivas campañas de vacunación, las curvas de enfermos graves y fallecidos comenzaron a escalar posiciones. Israel sucumbió a la promesa de salvación. La vacuna se convirtió en un Dios del que esperábamos ansiosos su llegada.
Sorprende e indigna a partes iguales que una figura del calibre de Luc Montagnier haya sido defenestrada y ridiculizada hasta el punto de no aparecer en ningún medio de comunicación importante. Montagnier, fallecido el pasado mes de febrero, obtuvo el premio Nobel de Medicina en 2008 por ser determinante en el descubrimiento del VIH. A raíz de la expansión de las vacunas advirtió sobre sus efectos perniciosos. Lógicamente, fue una voz que convenía callar, a pesar de ser una autoridad en el campo de la virología.
Chinda Brandolino, médico y ex asesora del comité de Bioética de la Universidad Católica de La Plata, se pregunta cómo es posible que los gobiernos confíen ciegamente en los consejos de una organización tan podrida como la OMS, que recibe fondos de fundaciones conducidas por billonarios como Gates o Soros, con intereses claros en que esas vacunas, en las que invierten cantidades ingentes de dinero, lleguen a cada rincón del planeta.
Los ensayos de la pandemia
El documental se fija en un precedente claro de esta pandemia artificial, recordando la crisis fantasma de la gripe A en el año 2009. La psicosis que hubo entonces recuerda mucho a la actual, con información contradictoria en todos los medios sobre si cambiar nuestros hábitos de vida o dejar de consumir tal o cual alimento. El epidemiólogo Neil Ferguson predijo que habría 65.000 muertos solo en Reino Unido… y hubo 450. La gripe estacional provoca la muerte de alrededor de 1000 personas cada año solo en España. Produce escalofríos leer entrevistas, como la realizada en 2005 para el periódico ABC, en las que Ferguson, con un lenguaje que nos resulta ya muy familiar, habla de alarma social, acumular viales en almacenes y activar vacunaciones a gran escala. Las macabra desinformación que se dedicó a esparcir el virólogo se topó de bruces con la determinación de Wolfgang Wodarg, que forzó una investigación y denunció los contratos opacos de la OMS con las farmacéuticas. ¿Cómo es posible que los patrones se estén repitiendo con trágica exactitud en nuestros días y solo valientes como W se atrevan a trabajar para despertar conciencias?
“The Big Reset” recuerda que la OMS cambió la definición de pandemia poco después de la crisis de la gripe A, de modo que ya no depende de la cantidad de fallecidos, sino de la “presencia” de la patología en los distintos países. La razón, en consecuencia, de que dos países colindantes tenga unos resultados muy diferentes en afectación no tiene que ver con el virus, sino con el sistema de medición e interpretación de las gráficas. Uno de los ejemplos más claros es China-Taiwán.
Mascarillas, confinamientos y miedo colectivo
Ver la televisión cuando se declaró la pandemia covid era monstruoso. La cifras pormenorizadas de afectados y fallecidos se desgranaban con detalle, hasta límites morbosos. Con un índice de mortalidad del 0’07% se etiquetó a cualquier enfermo como contagiado covid, se adoptó vocabulario bélico con el que nos bombardeaban constantemente y el miedo colectivo nos forzó a adoptar medidas de coerción sin rechistar, por nuestra propia “seguridad”. Tras una primera ola real, los hechos se exageraron hasta el paroxismo. Suecia o Bielorrusia hicieron caso omiso a las recomendaciones y el apocalipsis anunciado nunca llegó a sus territorios. Al mismo tiempo, las autoridades bloqueaban soluciones inocuas y baratas a la expansión del virus. Con muchos ensayos demostrando que un tratamiento combinado de hidroxicloroquina (hcq), ivermectina, zinc y vitaminas era beneficioso para evitar los efectos perniciosos del covid-19 y reforzar nuestro sistema inmune, The Lancet publicó un polémico estudio en el que relacionaba la ingesta de estos productos médicos con altas tasas de ataque cardiaco y mortalidad. Inmediatamente la OMS se hizo eco y retiró la aprobación sobre el uso de hcq y derivados.
El documental se fija en ciertos eventos masivos en China en 2020, mientras en Europa esperábamos ansiosos una vacuna que vendría a salvarnos cual Deux Ex Machina. ¿Cómo era posible que se organizasen tales eventos, con medio mundo semi encerrado y con sus vidas paralizadas? Muy fácil: China había implementado soluciones alternativas que, lógicamente, sufrieron el bloqueo de la oligarquía celosa de su poder.
Poder global y medios de comunicación
Carlos Astiz, Doctor en Ciencias de la Información, es el encargado de trazar un relato de Bill Gates en el documental. Figura esencial para que se sostenga esta escenografía, su influencia llega al mismo seno de la OMS o las Naciones Unidas, merced a los tratos, talonario mediante, que cierra con farmacéuticas y asociaciones de todo tipo. Gates controla en la práctica las publicaciones científicas, la producción farmacológica, etc. Gracias a una campaña publicitaria redonda ha pasado en poco tiempo de ser un agresivo empresario con causas pendientes por violación de patentes y otras cuestiones, hijo de un matrimonio pudiente, a la quintaesencia de la filantropía; guardián de nuestra salud.
El poder de los medios de comunicación para moldear la narrativa es señalado por el periodista Javier Villamor como un pilar esencial de un sistema al que no le interesa la pluralidad. Radios, televisiones y periódicos, en su gran mayoría, pertenecen a 7 grandes grupos de comunicación, a su vez en manos de 3 o 4 gigantescos fondos de inversión, con BlackRock y Vanguard a la cabeza.
Lo hacemos por ti
La CIA, la fundación Gates, el GAVI (Alianza para las Vacunas), y el CDC, entre otros, participaron en un simulacro de pandemia celebrado en octubre de 2019 que tenía por objeto no solo consensuar cómo se debería controlar una posible crisis global al estilo covid-19, sino cómo se debía controlar el flujo de información, así como qué mensajes colocar en la masa. Esta planificación facilita que los mensajes que se inyectan en la población sean consistentes y tengan autoridad suficiente para modificar los comportamientos de la gente. La seguridad fue el gran argumento… de los nazis. “Lo hacemos por ti” era uno de sus lemas, y bajo esta sentencia cargaban a los judíos en camiones y los llevaban a campos de concentración.
“La seguridad es el gran argumento de todas las dictaduras”, dice en el film Jean Dominique Michel, experto en salud pública. En nuestros días, ese afán por “protegernos” cristaliza en sobrevacunar y sobretestear buscando los garbanzos negros que soporten el argumentario farmacológico y represor. Los cambios se graban en el comportamiento diario de la ciudadanía y la masa convencida deja de cuestionarse las cosas.
Verificadores de la mentira
“La verdad ya no es la norma”, sentencia Xavier Azalbert, matemático y economista. Los soldados de la información en este apocalipsis son los fact checkers o verificadores de hechos: empresas financiadas por los mismos grupos de siempre a los que se les ha encomendado la elevada misión de discernir la verdad de la mentira, de limpiar internet de “desinformación” y ofrecernos una versión inocua de la realidad.
The Poynter Institute dirige al 90% de los verificadores del mundo. Esta organización, que vela por la “ética y la libertad de expresión” de los medios de comunicación, está sufragada por Gates y Soros, entre otros. Todas estas webs, actualizadas por becarios, silencian puntos de vista incómodos y mastican las gráficas para que la digestión de la realidad no se nos atragante demasiado. Estos jóvenes títeres no dudan en poner en duda los postulados de médicos, premios Nobel o periodistas con extensa trayectoria cuando se trata de infundir un poquito más de miedo con una nueva variante del virus, convencernos de que un pasaporte verde es indispensable para “protegernos” y lo contrario nos hace insolidarios y, en general, para mantener un estado general de alerta y recelo. Los pasaportes de vacunación son una forma cutre de extorsión, y así se está cansando de denunciar la eurodiputada conservadora Christine Anderson.
Futuro
¿Por qué alguien como Bill Gates, curtido en el campo tecnológico, invierte en vacunas, en PCRs y propugna un sistema de identificación global como es el programa Id 2020? ¿Por qué tanto oscurantismo en torno a la composición de los sueros tóxicos que tanto daño están causando? Las maniobras globalistas parecen orientadas a interconectarnos, a fabricar un enorme telar de cuerpos controlados y controlables. El futuro quizá sea una sociedad transhumanista, en la que los seres humanos se comportan como robots. Una de las últimas reflexiones en “The Big Reset” dice que «La guerra mundial actual en forma de ‘pandemia’ no es tan relevante, hay un verdadero problema de problemas: la transición del mundo al sexto paradigma tecnológico, en la que el coronavirus es sólo un catalizador, el llamado transhumanismo. La unión del hombre y la máquina mediante procedimientos tecnológicos como la robótica y la inteligencia artificial».
El tiempo despejará las incógnitas.
Enlaces de interés:
- Página web oficial: http://thebigresetmovie.com/
- Telegram: @thebigresetdocumental
- Instagram: @tbrmovie