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Niños víctimas del genocidio covid
Resulta aterrador cómo una institución de prestigio como el British Council puede convertirse en un verdadero campo de concentración para niños, merced a decisiones arbitrarias e interpretaciones torticeras de la normativa genocida Covid creada por los estados representantes del nuevo nazismo como es el caso de España.
Desde que mi hijo fuera estigmatizado de la manera más atroz en este colegio el año pasado por no llevar mascarilla, condición justificada médicamente, la situación no hizo más que empeorar. Al comienzo de este curso lectivo, alguien del personal del British Council entró en el aula con una vara, con la que comenzó a medir la distancia a la que, teóricamente, los compañeros de mi hijo debían mantenerse de él mientras que a los enmascarados les permitían una cercanía de 20 centímetros más. Un verdadero chiste convertido en una situación absolutamente discriminatoria. Así nos lo contó mi hijo, y así se lo trasladamos a la dirección del centro en sendos emails. Dado el historial del que veníamos, y conociendo las malas artes del colegio que como buena institución británica niega la mayor si la misma no le conviene, no nos extrañó en absoluto que dijeran que nada de lo que estábamos relatando había ocurrido. Desde la dirección, manifestaron que tan solo midieron las distancias para la correcta colocación de mesas y taquillas, sin intención de maltratar al niño, “independientemente de lo que él haya entendido”.
Mi hijo es un niño de férrea personalidad y gran sentido crítico. La educación que le hemos inculcado siempre ha estado encaminada a que afronte los problemas con honestidad y desde la libertad de pensamiento. En este caso, la información que nos facilitó y la que compartió con el centro es la misma, y su personal lo único que hizo fue repetir los mismos patrones del año pasado, entre ellos negar discriminación alguna hacia mi hijo.
British Council limitaba las actividades lúdicas y deportivas según “directivas legales”, para preservar “la salud y seguridad de su comunidad”. ¿Qué directivas son esas? ¿Por qué en esa institución no se podía siquiera jugar al fútbol? No sólo aplicaban reglas discriminatorias contra mi hijo, sino que cercenaban la libertad de todo el alumnado y les negaban el derecho a respirar y relacionarse con libertad. Nos preguntamos por qué British Council imponía la mascarilla en los patios cuando la Comunidad de Madrid permitía la práctica de actividades físicas sin ella al aire libre desde finales de septiembre. ¿Por qué un espacio que se debería suponer seguro se estaba convirtiendo en un campo de concentración?
La presión se iba incrementando, y no solo en lo referente a las genocidas medidas covid. British Council adoctrinaba a sus alumnos descaradamente, y hacía suyas las consignas globalistas de moda: desde el Black Lives Matter hasta el feminismo mal entendido. Insistimos en que mi hijo posee una mentalidad madura y crítica, y nos asustaba pensar qué contenidos estaban llegando a sus manos, teniendo en cuenta que no manejábamos toda la información. Una de las últimas lecturas que repartieron entre los alumnos trataba sobre virus y lepra, en pleno siglo XXI para explicarles que separar y discriminar a los leprosos para salvaguardar la salud del resto, era una medida correcta. Judíos, leprosos, sin mascarilla o no vacunados… ¿A alguien le suena este repetitivo esquema social? Obviamente mi hijo no podía continuar yendo a un colegio donde se ahoga la capacidad de raciocinio y se infunde terror a los niños. Todo esto provocó que lo cambiásemos de centro esperando encontrar un lugar que verdaderamente aportase la libertad y creatividad que necesita.
Nuestra experiencia es solo la punta del iceberg de todo el maltrato que están soportando los niños, las víctimas más indefensas, del plan genocida en el que estamos inmersos. Tres han sido las armas que el sistema ha utilizado principalmente para disparar contra el bienestar de la infancia.
En primer lugar, el confinamiento. Encerrar a la población en general de un modo tan estricto como se hizo el año pasado no provocó más que el empeoramiento de la situación sanitaria, como se ha cansado de explicar la doctora Natalia Prego en multitud de ocasiones durante el último año y medio. La covid-19 es una afección que puede complicarse si no se trata en las etapas tempranas pero que no deja de ser una mera gripe. Las familias encerradas sufrieron patologías derivadas precisamente de pasar tanto tiempo en espacios reducidos y de las campañas que insistían en que debíamos quedarnos en casa si nos encontrábamos mal. Como resultado, el sistema inmune de millones de personas se debilitó 1. En lo que respecta a los niños, hemos de sumar daños psicológicos irreparables, con un aumento muy importante de ingresos hospitalarios y casos de depresión, conductas auto lesivas e incluso suicidios 2. Un estudio preliminar firmado por expertos de las Universidades de Londres, Bristol, Oxford, Liverpool y York afirmaba que la cantidad de niños que se había quitado la vida durante el confinamiento era mayor que los muertos por el propio covid 3. Una aberración permitida y auspiciada por el poder político dirigido por las élites genocidas globalistas. Y es que en el caso de los menores los enclaustramientos forzados se están produciendo en etapas esenciales para su formación y madurez. Como indica el epidemiólogo John Wright, estudioso de las consecuencias de los encierros en la salud mental de la infancia, “un niño de 10 años siente el confinamiento como toda una vida. Esto está produciendo un impacto muy profundo en su desarrollo. Les están robando la juventud”.
En segundo lugar, las mascarillas, el instrumento de tortura por excelencia. Una práctica sin utilidad ni aval científico que puede desencadenar hipoxia (deficiencia de oxígeno), hipercapnia (aumento de CO2 en sangre) y otras patologías. Su uso prolongado, especialmente en el caso de los niños, puede provocar deficiencias en su comportamiento y, según las conclusiones de un estudio que utilizó un muestreo de 25.000 menores, hasta 24 dolencias distintas 4.
La tercera bala es una terapia génica que pretende utilizarnos como cobayas en tiempo real: las vacunas. Haciendo oídos sordos a las constantes cifras en aumento de afecciones cardiacas asociadas a estas vacunas y que están sufriendo sobre todo adolescentes y jóvenes adultos, gobiernos de todo el mundo siguen implantando sus campañas de inoculación. El siguiente objetivo son los niños a partir de 5 años 5, a pesar de que incluso Robert Malone, inventor de la técnica ARN mensajero en la que se basan estos fármacos, ha avisado del peligro que supone aplicarlas en menores y también en embarazadas 6.
Primero fueron los ancianos, a los que se negó el derecho el vivir encerrándolos en soledad o considerándolos “no viables” para acceder a la atención hospitalaria. Ahora es el turno de los niños, con las instituciones doblegándose al plan genocida, entre ellas el British Council. Esta vez los británicos no están combatiendo a los que nos han contado fueron los malos. Esta vez están con ellos y actúan como los nuevos nazis globalistas genocidas en estado puro.