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Un enfoque alternativo a los confinamientos del circo Covid
“Las actuales políticas de confinamiento están produciendo efectos devastadores en la salud pública a corto y largo plazo, incluyendo empeoramiento de enfermedades cardiovasculares, menores detecciones de cáncer y deterioro de la salud mental. Todo ello conducirá a un mayor exceso de mortalidad en los próximos años, siendo la clase trabajadora y los miembros más jóvenes de la sociedad aquellos sobre los que recaerá el peso más grande de estas medidas”.
Esta sentencia está extraída de la Declaración de Great Barrington, un documento que obtiene su nombre de la pequeña localidad del Estado de Massachusetts donde fue firmada por un grupo de expertos epidemiólogos el 4 de octubre de 2020. Desde un punto de vista liberal, la Declaración aboga por una intensa protección ante el covid de los colectivos más vulnerables (ancianos, inmunodeprimidos, etc) y una vuelta a la normalidad de todos los demás. Esta planificación, razonable y respaldada por la experiencia en el control de epidemias de los firmantes, facilitaría que el grupo con menor riesgo desarrollara una respuesta inmune que evitaría la propagación del virus y protegería a los más débiles. Todo ello prescindiendo de confinamientos salvajes o “distancia social”. El documento incide en el abordaje “multigeneracional” de la crisis, ofreciendo a cada miembro de la familia la ayuda pertinente y facilitando la socialización, y en la especial defensa de la infancia. Es lo que llaman “protección focalizada”. No obstante, una de las principales causas por las que la población ha enfermado durante los encierros forzosos ha sido la imposibilidad de acceder a una correcta atención sanitaria.
Dr. Martin Kulldorff, profesor de medicina en la Universidad Harvard, especialista en bioestadística y epidemiólogo experto en la detección y monitoreo de brotes de enfermedades infecciosas y evaluaciones de seguridad de vacunas.
Sunetra Gupta de la Universidad de Oxford, Jay Bhattacharya de la Universidad de Stanford y Martin Kulldorff de la Universidad de Harvard encabezaron la elaboración de este ensayo con vocación internacional, que fue patrocinado por el Instituto Americano de Investigación Económica. Desde una perspectiva humanitaria, el texto pretende llamar la atención sobre cómo las estrategias anti covid han sido un fracaso y han obligado a niños y estratos más bajos de la sociedad a soportar la mayor carga. De momento, la plataforma de apoyo de Great Barrington ha recibido 870.000 firmas desde todos los rincones del planeta.
Los confinamientos, como indican los expertos en la web que acoge la Declaración, no reducen el número de casos a largo plazo y nunca en la historia han servido para erradicar una enfermedad. Lo único que consiguen es reducir los indicadores a corto plazo a cambio de un enorme coste social. Los daños en la salud mental de la ciudadanía se multiplican en proporción a la duración del aislamiento. Según una investigación publicada en agosto del pasado año, uno de cada cuatro estadounidenses tuvo ideación suicida ocasionada por el duro confinamiento de 2020. En el caso de los niños, es indiscutible que su necesidad de relacionarse con iguales como parte de su crecimiento es vital, derecho que se ve coartado por el cierre de las escuelas y la imposición de la educación a distancia, unido al trauma de tener que permanecer en casa durante largos periodos de tiempo. Si las clases no se cierran por la gripe común, no deberían cerrarse por el covid. Por otro lado, los declarantes ponen el acento en la ya de por sí castigada clase trabajadora que sufre las consecuencias de no poder tele trabajar y verse expuesta al virus en su día a día. Unido al cierre de las escuelas que mencionábamos y los problemas de conciliación, genera un cóctel mortal. En los países en vías de desarrollo las absurdas políticas basadas en restricciones han arrojado a la miseria a miles de niños cada mes y provocado que gran cantidad de personas muera por enfermedades no tratadas a tiempo como la tuberculosis.
Este punto de vista nuevo y desde luego mucho más compasivo no ha estado exento de crítica. Por ejemplo, Stephen Griffin, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Leeds, Reino Unido, sostiene que hay un poso de injusticia en esta propuesta y defiende una protección menos diversificada. También Tedros Adhanom, director general de la OMS, ha reprobado los postulados del manifiesto, aunque ha encontrado oposición en el propio seno del organismo. David Nabarro, asesor especial del secretario general de la OMS sobre la pandemia, sostiene que los encierros solo están justificados en un país “para ganar tiempo, para reorganizar, reagrupar y reequilibrar sus recursos” y proteger a sus trabajadores de la salud. Subraya que los confinamientos generales han colapsado la economía y anuncia que los niveles de pobreza y desnutrición infantil se duplicarán en un año, al entender que los bloqueos perjudican fundamentalmente a los pobres. Coincide así con los preceptos de Great Barrington. Como alternativa, Nabarro apuesta por actuar rápidamente ante los brotes a través de confinamientos locales y “restricciones de movimiento localizadas y específicas”.
La Declaración de Great Barrington es una valiente iniciativa que, como todas las ideas revolucionarias, recibe ataques de los reaccionarios. Sunetra Gupta y sus compañeros no pierden la esperanza de conseguir una realidad menos pesimista. Como bien resume la científica: “La cuarentena no es una respuesta solidaria porque hay muchísima gente que no puede sostener esa estrategia”.