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“Por qué los inversores no deben preocuparse del cambio climático” es el atrevido título de la conferencia que Stuart Kirk presentó en un evento organizado por Financial Times el 20 de mayo. En ella, Kirk defendió que el cambio climático no supone riesgos a nivel financiero y que “las advertencias sin fundamento, estridentes, partidistas, egoístas y apocalípticas siempre son incorrectas”. El experto ataca así unas de las bases globalistas: la presunta emergencia climática. Esta teoría, defendida por un organismo que tiene más de político que de científico, y respaldado por la ONU, como es el Panel Intergubernamental por el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) es una farsa utilizada por las grandes corporaciones dominantes para condicionar la vida de las personas, haciendo que se sientan culpables por sus decisiones vitales.
Las reacciones a las palabras de Kirk, director global de inversión responsable del banco HSBC, no se han hecho esperar. La primera consecuencia de su exposición ha sido una suspensión de empleo y la crítica pública del CEO de la financiera, Noel Quinn, que declaró a través de sus redes sociales que la empresa no se alineaba con los puntos de vista de Kirk, a pesar de que el contenido de la conferencia fue comunicado a los organizadores con semanas de antelación.
Stuart Kirk, no exento de ironía, clamaba contra las afirmaciones hiperbólicas, las predicciones a largo plazo y los constantes recordatorios de que estamos “condenados” que se suelen lanzar desde las empresas. El directivo criticó directamente algunas de las alarmantes conferencias anteriores, donde se nos advertía de que no vamos a sobrevivir si seguimos alimentando el cambio climático. Kirk no desaprovechó la ocasión para denunciar la hipocresía de quién alza la voz por el medioambiente mientras vuela de conferencia en conferencia y no levanta la mirada de su teléfono móvil. En su discurso subrayó la cantidad de problemas a las que el sector financiero se está enfrentando diariamente (gestión de las cripto, la crisis china, las nuevas regulaciones, subidas de intereses, etc.) y restó importancia a situaciones hipotéticas a 20 o 30 años. No es la primera vez en su dilatada carrera, señaló, que tiene que rebatir los argumentos de agoreros y catastrofistas. Los bancos invierten millones en luchar contra la supuesta subida de las temperaturas mientras la inflación real sube mayor velocidad. Se hace necesario un cambio de paradigma, ajustado a las necesidades y alejado del populismo. En cualquier caso, todo lo expuesto estaba enfocado a la supuesta influencia del cambio climático en el sector y en poner en tela de juicio el mito por el cual se entiende que si se reducen los niveles de CO2 los mercados saldrán beneficiados. Kirk destacó la fantástica capacidad de adaptación del ser humano, y demostró con gráficos que, a mayor PIB, menor es el número de víctimas por desastres naturales. “Vamos a seguir adaptándonos a los cambios. ¿A quién le importa si Miami está 6 metros por debajo del nivel del mar dentro de 100 años? Ámsterdam ha estado durante siglos por debajo del nivel mar y todavía es un lugar agradable”, dijo de manera muy ilustrativa. Kirk pretendía destacar que gastamos más dinero en prevención que en adaptación y arremetió contra los alarmistas, que retuercen los datos, interesados en que el cambio climático sobrevuele todos los demás problemas.
El cambio climático, pilar imprescindible de la Agenda globalista 2030, nunca se ha podido demostrar. Ninguna de las catastróficas predicciones que emanan de esta teoría se ha cumplido. Como creadores de esta estafa, el poder elistista quiere dominar la narrativa para -en realidad - expulsar a pequeños y medianos productores del mercado energético y así controlar dicho mercado. La base de toda esta teoría climática con la que nos asustan desde las esferas del globalismo, las concentraciones de CO2 (que hacen aumentar la temperatura y por tanto modifica las mareas, produce más catástrofes naturales, etc) se sostiene cada vez con más dificultad. A lo largo de las últimas décadas han intentado ahogar discursos disidentes pero contrastados de científicos como Eilis Friis Christensen, geofísico que publicó estudios sobre las fluctuaciones de la actividad solar, verdadera razón de que las temperaturas cambien, con largos ciclos de calentamiento y enfriamiento. El clima de la Tierra siempre está cambiando; no hay nada anormal en este hecho. No hay pruebas científicas de que el CO2 influya, provenga o no el ser humano. Algunos expertos como el climatólogo Tim Ball cifran en un 0’054% la cantidad de este gas en la atmósfera. El porcentaje producido por el ser humano sería aún menor. En el pasado hemos tenido cantidades mucho mayores de C02 que ahora y no se puede relacionar ninguno de los grandes cambios en la historia del clima con él. El CO2 es un producto de la temperatura, y no al revés.
A todas luces, los jefes de Kirk no pasaron de un análisis superficial de la conferencia. Todo el revuelo en torno a sus palabras y posterior despido, además, coincide con la celebración de la Cumbre de Estocolmo, un evento que contará con blockbusters del cambio climático como Greta Thunberg y en la que se podría declarar la emergencia medioambiental definitiva que abra las puertas a la tiranía del clima; otro de esos macro festivales de la sostenibilidad a los que sus organizadores llegan en jet privado. Mientras Bill Gates clama que los vuelos comerciales son uno de los mayores demonios que impacta en la salud de la atmósfera y exige que las clases medias cambien su forma de viajar, el Foro de Davos moviliza 1500 aviones privados cada vez que deciden juntarse a dictar reglas de protección del planeta. En otra cínica vuelta de tuerca, el filántropo-dictador dueño de 4 jets privados1 se unió al gigante inversor Blackstone para invertir millones de dólares en la compañía de aviones privados más grande del mundo2.
Stuart Kirk puso una bomba en el seno de la dictadura globalista y lo ha pagado con su cabeza. Es un héroe humanista que no ha dudado en utilizar su posición de privilegio en el sistema para criticarlo desde dentro, desmontando uno de los tropos ideológicos sobre los que se sostienen los oligarcas para otorgarse el título de salvadores de la Humanidad y concentrar le poder. Nadie esperaba que el que fuera contratado en origen como bastión intelectual de HSBC se revelara como un inconformista, un luchador contra las frases hechas y las imposiciones. La disidencia se castiga, y esta es la muestra inequívoca. Son las grandes corporaciones las que están marcando el ritmo hoy en día, las que están sustituyendo el poder de los Estados por una narrativa única, tiránica, carente de análisis crítico. Kirk es tan solo la penúltima víctima de esta máquina fascista. Stuart añadió, no obstante, que “incluso teniendo en cuenta que el cambio climático es innegable, está demasiado lejos como para tener que preocupar a la mayoría de las empresas". En sus propias palabras: “El cambio climático no es un riesgo a largo plazo, como las guerras, las crisis energéticas, las pandemias o las crisis financieras” y “que los mercados se estén derrumbando a nuestro alrededor no tiene nada que ver con el cambio climático”.
Espero que algún día tengamos a muchos Stuart Kirks en TrustCloud. Necesitamos inconformistas que defiendan una tecnología humanista, que protejan al individuo y generen confianza alrededor de compañías que se preocupan realmente por el futuro de la gente.
1 Inside Bill Gates' Private Jet Collection. Linnea Ahlgren | Simpleflying.com. 03/06/2021
2 Bill Gates joins Blackstone in bid to buy British private jet services firm. Rupert Neate | The Guardian. 09/01/2021