Tratado Pandémico Internacional: se acerca la abolición de la democracia
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La progresiva desaparición del dinero en efectivo y el éxito de las criptomonedas ha llevado a los gobiernos a trazar planes de implantación de sus propias divisas digitales, presas del miedo de todo aquello sobre lo que no pueden legislar. Pero donde el BitCoin o Ethereum pretenden ser un ejemplo de libertad y democracia, estas nuevas divisas no son más que una herramienta de control: la nueva estratagema del totalitarismo para aumentar y centralizar el poder.
Mirándose en el espejo de China, próximo a implantar el Yuan digital, Bahamas y su Sand Dollar o el e-krona sueco, el Banco Central Europeo ha propuesto introducir el euro digital. Tal cuestión fue debatida en el Congreso de los Diputados. El PSOE defendió esta implantación como una medida para “recuperar el control democrático y el dinero como bien público”, mientras el BCE no dudó en afirmar que favorecerá la “inclusión financiera con acceso para todos a un medio de pago sencillo y universal”. Dos máximas, el mismo cinismo.
El euro digital sería, en pocas palabras, similar al Bitcoin, pero manejado directamente por la élite financiera, lo que implicaría que las entidades comerciales de cada país perderían poder en pro de los bancos centrales. Toda transacción dineraria quedaría convenientemente registrada, pues buscaría sustituir el efectivo y ganar terreno a los actuales pagos electrónicos, además de reducir el impacto de las monedas virtuales. El objetivo real y más importante sería la destrucción de la banca tradicional, forzando a la ciudadanía a ser el titular de una sola cuenta, propiedad de los bancos centrales, a su vez en manos de los globalistas.
Explicaba el PSOE en el debate que mencionábamos y que tenía por objeto defender una Proposición de No Ley para el impulso de estudios sobre el euro digital que el dinero como bien público está amenazado y hay que luchar por su “recuperación”. Una de las razones de esta amenaza sería la desaparición del efectivo, que supondría que todo el dinero fuese bancario y privado. Encontramos aquí una curiosa contradicción, pues desde que se implantó la pandemia del coronavirus se han promovido por activa y por pasiva las transacciones electrónicas para escapar del virus maligno, que puede encontrarse en cualquier superficie u objeto, y se ha bloqueado el uso de efectivo con medidas como la aprobada en agosto, dentro de la Ley antifraude, en la que se prohíben los pagos de más de 1000 euros en moneda física entre profesionales. Normas similares ya están implantadas en Portugal, Grecia o Bélgica y se están discutiendo en Alemania, mientras un importante sector de la sociedad siente que está siendo empujado a la fuerza hacia el abismo del dinero digital y mantiene el escepticismo ante esa pérdida de terreno del efectivo. En una consulta realizada por el propio BCE a 8200 participantes, el 40% destacó la privacidad en sus pagos como una prioridad, lo que indica que existe un apego importante al anonimato del dinero en efectivo. Olvida el PSOE que el dinero ya es un bien público, gestionado por entidades privadas con supervisión de los bancos centrales. Cuando quieren decir público y “democrático” en realidad quieren decir “estatal”, controlado por ellos y contrario al BitCoin, en teoría “privado”. Javier Callejo, catedrático en Sociología y experto en consumo, califica poder Estados o criptomonedas co del poder que sigue al conimato de un te, sirvito con toda la razón esta estrategia de “despropósito” y “gazpacho de conceptos”. El control criptomonetario-fiscal, añade el experto, no es más que el paso lógico del poder que sigue al control armado, el control burocrático y el control informático.
En el ataque sin ambages a las criptomonedas es donde empezamos a encontrar las razones de este interés. El texto las tacha de inseguras, volátiles, y responsables de un gran impacto ambiental, similar al de naciones como “Finlandia, Suiza o Argentina”. Otro circunloquio que oculta el temor de los Estados al poder de la gente, poder apoyado en el anonimato del BitCoin. Donde la criptomoneda goza de “anarquía”, el dinero digital instaura dominio y relaciones desiguales.
Y es que cuando hablamos de control no nos referimos solo a la titularidad de las cuentas y su manejo técnico, sino a “una dictadura universal a través del dinero”, tal y como lo llama el autor y periodista Ernst Wolff. Las monedas digitales (CBDC, en sus siglas en inglés, por Central Bank Digital Currency, o Moneda Digital del Banco Central) abren la puerta a la posibilidad de que la casta dictatorial globalista imponga límites a nuestro dinero, plazos o fines específicos para gastarlo (como está estudiando hacer China, en teoría para estimular el consumo), supedite su retirada a ciertos códigos de conducta o directamente bloquee el acceso a los depósitos. También se está considerando implementar opciones de fiscalidad automatizada, con lo que tributaríamos por los productos que adquiriésemos en el mismo momento del pago y significaría otro modo de socavar el control sobre nuestro dinero. Todo ello envuelto en un brillante papel de seguridad y confianza que esconde un golpe maestro: destruir la economía restando dominio a las personas sobre sus ahorros.
Estamos abocados a un caos social para que medidas como esta moneda digital parezcan soluciones necesarias. Simple paternalismo. Lo que muestra este escenario es una alianza entre el Estado y las corporaciones financieras, interesados en abolir la democracia e impedir el éxodo masivo a las anónimas criptomonedas. Espero que entre todos lo paremos y que el Euro Digital acabe siendo una de esas propuestas que el humanismo tecnológico nunca permitió que sucediera.